Reseñas-Auto evaluación

Microrelatos

viernes, 17 de abril de 2020

COVID-19


 Gracias al evento de Abril, organizado por @Musajue, os traigo la recuperación de Enero. Lo tenía casi listo para Mayo, pero he pensado que sería mejor adelantarlo. Espero que os guste y sobre todo se entienda.
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Salgo como todos los días, lo imprescindible, aunque es verdad que nos lo estamos tomando un poco a la ligera la peligrosidad de este virus. No se, si porque en mi ciudad aun no he escuchado ningún caso o porque creo que a mi no me tocará. 
  
Esta mañana, me encontré con una fila kilométrica en la farmacia, así que me armé de paciencia para poder comprar lo que necesitaba. Llevo tres tarjetas sanitarias, la de mi esposo, el marido de mi madre y la mía. Así que salí con una bolsa llena.
  
Ya han pasado 2 días desde la última vez que salí, me siento algo cansada y desganada, así que decido sacar esta vez yo al perro. Doy una vuelta algo larga, para así poner en movimiento mi cuerpo, que con el tiempo se atrofiara de tanto, sofa-cama, cama-sofa. Cuando llego a la esquina, estoy ya asfixiada, intento respirar tranquilamente y parece que el corazón se me sale del pecho.
  
Al llegar a casa, estoy blanca como un papel, mi esposo y mis hijos se asustan, pero no puedo articular palabra. Voy a la cocina por un vaso de agua, lo tomo a sorbitos, para ver si la garganta me deja de raspar, pero nada, casi no puedo ni tragar.

   Mi esposo sale a por el coche, mi hijo mayor me ayuda a bajar por el ascensor, el pequeño se queda en casa, aunque no le guste mucho, pero sabemos que no podemos ir todos. Cuando ya estoy en el coche, mando a mi hijo de regreso a casa, ya es suficiente con un enfermo, como para que todos estemos así.
  
 Al llegar al hospital, tienen que ayudarme a bajar del coche, estoy asustada, me siento una inutil y el terror se apodera de mí, aunque intento no demostrarlo. Será un infarto eso seguro, porque no he tenido fiebre, ni tampoco tos, nada que demuestre que sea aquel virus.

Pongo la mano en mi pecho, agarrandome fuertemente, las lágrimas se me escapan, intento concentrarme en lo que dicen, pero solo escucho balbuceos, es como si estuviera en un túnel y desde el otro extremo me estuvieran hablando. Busco a mi esposo con la mirada, lo veo en una esquina, con su cara de preocupación, está asustado, más bien diría como si alguien se hubiera muerto. 
  
Los ojos me pesan, mi respiración es entrecortada, no siento ya ni las piernas, intento decirles que me dejen en paz, que ya no hay nada que hacer. Grito, pero no me escuchan, veo a las enfermeras correr de un lado a otro, traen máquinas que parecen robots, me conectan a una, me conectan a otra. Solo quiero descansar, dejadme en paz, por favor.
  
No puedo abrir los ojos, solo escucho voces cerca de mí, más bien diría que susurros, por más que intento moverme no puedo. Trato de poner atención a lo que dicen, quiero saber que es lo que me pasa.
— Por fin han llegado los resultados, ha dado positivo en el virus.
— Pero no tiene fiebre, ni ha mostrado ningún otro síntoma
— Sabemos que el virus muta y ha esta mujer le ha afectado de otra manera. A sido directo en los pulmones.
— Su marido nos ha dicho que fuma, ¿puede ser por eso?.
— Tenlo por seguro.
  Siento que el mundo se me cae, pienso en que momento pude haberme contagiado, como he sido tan irresponsable. Ahora no se que va a pasarme, moriré en cualquier momento y tengo tantas cosas por hacer aún. Dios, mis hijos, mi esposo, el marido de mi madre, ¿los habré contagiado?, ¿habré contagiado a alguien más?, ¿morirán personas por mi culpa?. Esto no puede estar pasando, seguro que es un sueño y en cualquier momento despierto.
  No sé cuánto tiempo a pasado ya, pero parece que fueran años. Cada vez viene una enfermera diferente, me sujeta la mano, me da ánimos y me cuenta cómo está mi familia. 
— Les hemos hecho las pruebas a todas las personas con las que has tenido contacto. Solo tu hijo pequeño a dado positivo, pero tranquila, sus síntomas son leves. Pronto se recuperará.
  Siento que las lágrimas me corren por las sienes, comienzo a recordar el día que nació mi pequeño. Fueron 27 horas de parto, el estaba tan agustito dentro de mí, que no quería salir y a mí me tenía molida. Pero la satisfacción fue enorme cuando lo tuve en mis brazos. 
  Dicen que los bebés cuando nacen, todos son feos, pero no es así, mi pequeño fue largo y arrugadito como una pasa. El mayor en cambio fue gordito, sin arruga ninguna. Los amores de mi vida, por los que lucho cada día y a pesar de las peleas, malgenios, me hacen tan feliz.
  El tiempo aquí es infinito, intento abrir los ojos, pero apenas lo hago. Sigo conectada a las máquinas, tengo puesto una vía, seguro que para hidratarme, y aunque no lo crean, me saben a gloria, ¿será alguna poción mágica?, pienso que sí, es mi manera de tener fe.
  He perdido ya la noción del tiempo, así que lo único que puedo hacer es pensar, algo innato en mí, porque mi cabeza trabaja las 24 horas del día. No se porque me viene a la mente aquel cuento de La sirenita.
 ¿Recordáis cuando Ariel, pacta con la bruja para poder tener piernas y salir a la tierra?. Es como si yo hubiera hecho un pacto con el tiempo, gracias a los médicos y medios de hoy en día, tengo la posibilidad que una máquina me ayude a respirar. Pero esto no es agradable, como lo de Ariel, no quiero tener ayuda, quiero ser yo misma quien lo haga.
  Siento que me sujetan una mano, escucho sollozos, susurros, jadeos. Intento nuevamente abrir mis ojos, es mi pequeño, tiene una carita de tristeza, sus ojitos hinchados de tanto llorar. Me parece que está rezando, algo que jamás hemos hecho en casa, ni siquiera vamos a la iglesia, pero aquí está, haciendo algo en lo que núnca ha creído.
  Ahora ya puedo abrir los ojos con normalidad, pero sigo estando débil, parece que me hubiesen dado una paliza. Hay una enfermera a mi lado, me sonríe y me dice bienvenida. Mis lágrimas ruedan por mis sienes, mojando la almohada, intento también sonreír, pero solo muestro una mueca.
  Llevo hospitalizada tres semanas, me lo han dicho los médicos cuando pasan a verme, dicen que posiblemente en una semana más, pueda irme a casa. Ya me han desconectado del respirador, solo me dejan el gotero para seguir hidratando. El primer test desde mi recuperación a dado negativo, ahora tengo que esperar el segundo,para que me den el alta. 
— Hola Carmen, tengo una sorpresa para tí.
  Me acerca su teléfono y tengo a mi padre en la pantalla. Las palabras no me salen, soy como una niña cuando le veo, tengo un nudo en la garganta, de alegría, de emoción, de añoranza.
— Hola negra, ¿como estas mija?, nos has dado un susto de muerte.
— Papito bello, no llores por favor, no quiero verte triste, ya estoy mucho mejor.
— Lo sé mijita, pero pensé que no volvería a verte. No era justo que ahora que podías venir a visitarnos, después de 18 años, Dios te llevara a su lado.
— Mi viejito, sabes que soy fuerte como tú y Dios no es tan cruel para hacernos algo así. Te quiero papi.
  Las enfermeras que están a mi alrededor lloran, me imagino que de felicidad y tristeza a la vez. Una de ellas me dice que, ahora puede entendernos. Lo difícil que es para un inmigrante, estar lejos de sus seres queridos y muchos de ellos, no vuelven. 
 Por fin me voy a casa, agradezco a todos por su paciencia, su valentía, su coraje y el enorme esfuerzo que hacen por nosotros. Cuando salgo a la calle, mi esposo me está esperando, lo abrazo con fuerza, le beso, le digo que lo amo, algo que es sagrado entre nosotros y su abrazo es más fuerte. Tiembla, me besa, me toca la cara, como si yo no fuera real, me sonríe, me dice que me ama y que no le vuelva a dar un susto así.
  Se acerca al coche y saca una caja que yo le pedí, se la entrega a un médico y este se alegra por la pequeña aportación que podemos hacer.
— Hay muchos cuentos infantiles, a pesar de que son adultos los que están ingresados, pero que recuerden su niñez, que no pierdan las esperanzas, sus familias los esperan.
— Muchas gracias Carmen, seguiremos haciendo todo lo que esté en nuestras manos.
  Me despido con un adiós y subo al coche. De camino voy mirando por la ventana, no tengo muchas ganas de hablar, así que intento seguir disfrutando de las vistas. No tengo ningún recuerdo de haber divisado la ciudad tan limpia, abro la ventana y el viento es sublime, me lleno los pulmones de aquel aire fresco, que solo en el campo se llega a encontrar.
  Pienso cuanto tiempo se mantendrá la ciudad así, ¿aprenderemos algo de esto realmente?, ¿seremos capaces de conservar nuestra ciudad limpia de smook?, ¿podremos volver a ver las estaciones realmente como son?. Me planteo muchas incógnitas, porque de pandemias anteriores, realmente no hemos aprendido nada.

  Tengo tantas ganas de ver a mis hijos, de abrazarlos, besarlos y disfrutar todo el tiempo que pueda con ellos. Solo puedo decir que mi vida si cambiará, mi amor de madre, esposa, hija, amiga y amor propio, hace que me replantee muchas cosas. No podemos seguir viviendo así, el futuro no solo está en manos de la juventud y por respeto tanto a nuestros semejantes, como al planeta, debemos ser conscientes de que nos estamos destruyendo.

Objetivo Principal: 1.- Escribe tu propio cuento con enseñanza.
Cuentos y leyendas: E.- La sirenita.
Criaturas del camino: XII.- Robots.
Objetos ocultos: 9.- Las estaciones.
17.- Una poción.
Contiene: 1622 palabras.
Bechdel: No.
LGBT: No.

Brújula: Si.
Rosa Insolente: Si.
Aquí os dejo los blogs y los twiter de nuestras organizadoras: @MUSAJUE ( plumakatty.blogspot.com.es ) y @Stiby2 ( nosoyadictaaloslibros.blogspot.com.es ), donde encontraréis las bases del #OrigiReto2020.


                                             Foto de  informativodigital.org


1 comentario:

  1. Muy bonito el relato y preciosa la lección, pero revisa el texto porque hay varias erratas:
    Cuando llega al hospital pones "ha está mujer" y sobra esa h, y en cambio pones "a sido en los pulmones" y esa a sí lleva h.
    Cuando le hacen el test también falta una h.
    Y en el párrafo final falta un acento en "si cambiará ".
    Saludos unos vamos leyendo.

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